Estoy convencido de que me percibís como una persona despojada de sensibilidad social, y en parte sé que la culpa es mía por alimentar esa creencia con un perfil de Twitter y un Blog que a menudo tan solo parecen funcionar a modo de escaparates fuliginosos donde exponer anécdotas y comentarios cargados de resentimiento. Os alegrará saber que tiempo atrás tuve amigos interesantes; vínculos que no he alcanzado a consolidar por la frustración de saberme infinitamente inferior en comparación a sus talentos. Qué me vais a contar que no sepa, amores míos. Siempre he sido un poco imbécil y envidioso.
A finales de los 60 -por aquel entonces tenía yo 22 años y trabajaba en una discográfica- conocí a un saxofonista, cantante y compositor de blues con un talento fuera de órbita. De ahora en adelante me referiré a él como "Lou" Stevenson.
Nuestra amistad se fraguó en ambientes trasnochados que exhalaban rancios y entre tragos de whisky de calidad cuestionable. Confieso que nunca me he sentido más vivo que siguiéndolo en sus habituales rondas por los clubes de moda, a pesar de la frivolidad de sus moradores y lo gastadas que sonaban sus charlas. Lou lideraba su cuarteto y yo bebía a expensas de presentarme en condición de "representante", "quinto integrante lesionado" o de lo que demonios quiera que nos inventáramos. Todos nos divertíamos y la gente lo pasaba en grande, pero aquel negro solía revolverse el ánimo con pensamientos turbios e introspectivos:
Sabes, (mi nombre), salimos y tocamos las canciones de otros y eso está bien. Noche tras noche. Un mes y al otro también. La gente baila y sonríe y bebe y aplaude y nos ama y es perfecto (...) Pero siento que debo dejar atrás esta vida tan liviana y llevar mi relación con la música a otro nivel más personal. Quiero empezar a componer mis mierdas (...) y envejecer sin darme opción a reprocharme el no haberlo intentado.
Sabes, (mi nombre), salimos y tocamos las canciones de otros y eso está bien. Noche tras noche. Un mes y al otro también. La gente baila y sonríe y bebe y aplaude y nos ama y es perfecto (...) Pero siento que debo dejar atrás esta vida tan liviana y llevar mi relación con la música a otro nivel más personal. Quiero empezar a componer mis mierdas (...) y envejecer sin darme opción a reprocharme el no haberlo intentado.
Esta revelación flemática suya me enervó sobremanera. Después de todo, Lou tenía la desfachatez de recordarnos cuánto habíamos construido nuestros cosmos entorno a un sistema de retribuciones pueriles (dinero, chicas y diversión), como si fuéramos unos inconscientes y nada estuviera ya de sobras consensuado. Fui de los primeros en condenar su decisión y pronto se sumarían también los demás miembros de la banda e incluso la discográfica. Éramos repugnantes parásitos que estaban siendo arrancados de raíz.
Pasaron dos años y Lou actuaba en un discreto local de extrarradio. Me acerqué allí con la esperanza de que fuera un éxito -de veras que sí- pero preferí sentarme al fondo de la sala en uno de esos asientos que claman estar reservados para tipos avergonzados y arrepentidos. Y entonces, sucedió. Tras las primeras notas de su sencillo Trying to be me incluido en su segundo álbum en solitario, Call it Love, empezaría a diluviar en el interior del local. La lluvia remitía ligeramente en los pasajes sosegados y recobraba el brío en los complejos. Aún guardo retales de un par de rotativos cuyos titulares se me antojaron más alarmantes: "Un chaparrón musical científicamente imposible" y "Nace Lou 'Stormy' Stevenson en una velada pasada por agua".
En fin. Ante la imposibilidad de grabar en estudio y tocar en directo por las dificultades técnicas que la lluvia ocasionaba, discográficas y promotoras se desentendieron de él. La última noticia suya que llegó a mis oídos es que se había mudado a Nueva York empezando una existencia errática entre albergues de techos estrellados y catres de cartón y asfalto. Decían que si uno paseaba por la 5a avenida con la 57 a menudo podía toparse con un corrillo de transeúntes sosteniendo sus paraguas alrededor de una figura sombría y entregada. Creo que Lou acabó muriendo de neumonía.
muy bueno
ResponderEliminarGracias por tomarte la molestia de leerlo, Lulu. Un abrazo.
EliminarFantástica forma de escribir un blues con mucho soul. Interesante de principio a fin, gracias por estos ratos.
ResponderEliminarEs reconfortante imaginaros a ese lado de la pantalla leyendo mis tonterías. Gracias, Carmen. De verdad.
EliminarInteresante historia
ResponderEliminarPero creo q el hizo lo correcto :)